RICARDO VALENZUELA
“Fue un error, me
dijo quien pensé era mi amigo. Pero lo cruel fue el darme cuenta de que el
error habia sido mío, el grave error de confiar en ese amigo sin moralidad”.
Esta es la
historia de dos amigos de toda una vida y uno de ellos traicionara al otro de
la forma más vil y cobarde y, desgraciadamente, es mí historia. Nos conocimos
de chamacos cuando su familia era vecina de la casa de mi tío Manuel Torres
frente al parque Madero, en Hermosillo, donde yo pasaba mucho tiempo con mis
primos el Froy y el Peque Torres. Acudimos todos al colegio Regis desde
primaria hasta terminar preparatoria. Nos fuimos a Monterrey donde seríamos
compañeros de estudios en el Tec de Monterrey, y también compañeros en los
diferentes departamentos en los que durante esos años vivimos en esa ciudad,
siempre compartiendo otras actividades ajenas a nuestros estudios. Su nombre
era Luis Coppel.
Terminamos nuestros estudios y regresamos a Hermosillo. Mis inquietudes me llevarían a la ciudad de Mexico para iniciar una carrera en el área financiera en el banco más grande de AL en esa era, Bancomer. Tres años después, regresaba a Hermosillo invitado por Arcadio Valenzuela e integrarme al Banco Ganadero en donde él era director general, así retomábamos la amistad. Supuestamente la amistad se solidificaba cuando se casara con Margarita Silva, quien fuera nieta de una hermana de mi padre. Mi carrera en el Banco Ganadero tomaba una gran velocidad presagiando una aventura que sería legendaria. Casi al mismo tiempo él era contratado por los negocios inmobiliarios de Cayo y Agustin Valenzuela, mis primos.
A mediados de los años 70 yo ya era director general del banco ganadero, pues Cayo Valenzuela se mudaba a Guadalajara para manejar el proyecto que representaba el paquete de negocios que adquiría de Hacienda. Me tocaría entonces manejar la fusión de banco ganadero con los cuatro bancos que formaban el paquete adquirido de Hacienda. Así nacía el nuevo banco Banpacífico, ya con operaciones en todo Mexico, del cual se me nombrara director general y me mudaría también a Guadalajara. Como este paquete incluía algunos negocios inmobiliarios, el infame Coppel también llegaba a Guadalajara con Alvaro Obregon y Rafael Acosta para entre todos manejar el área de bienes raíces.
Como era lógico, nuestra amistad en Guadalajara iniciaba una rara consolidación especialmente cuando, ante promesas incumplidas y malos tratos de parte de Cayo Valenzuela y Nacho Cadena, Coppel iniciaba la formación de un grupo inconforme de víctimas de Arcadio Valenzuela. Con ello el infame ya mostraba su gran habilidad para el chisme, la intriga y destrucción y, con esa misma habilidad, reclutar otros miembros logrando que asumieran su misma actitud de gran víctima por las mismas ofensas, hasta llegar a odiar a sus represores. Ahora, el ambiente era propicio pues las conductas ya irracionales de Cayo alimentaban esa peligrosa hoguera.
Finalmente, con la
situación del grupo y la de Cayo, simplemente por dignidad ambos renunciábamos
a nuestras responsabilidades lo que, automáticamente, especialmente a mí, nos
convertíamos en odiados objetivos de sus locuras y se había decidido se debian
destruir con prejuicio extremo. Pero, el odio más grande de AV lo dirigía hacia
mí de la forma más cruel, injusta, irracional. Ese odio enfermizo lo llevaría a
destruir mi nombramiento como secretario de hacienda de Sonora en la
administración de Samuel Ocaña, un día antes de la toma de posesión. Luego me
adjudicaría todos los problemas que el habia creado en el banco. Supe que su
histeria fue provocada por haberme atrevido a renunciarle.
El infame Coppel,
con un plan ya bien estructurado, con gran insistencia me empujaba a unirme a
la invitación de su cuñado, Luis Becerril, y mudarme a Tucson para sumarnos a
su actividad inmobiliaria que, desde la primera presentación, nunca me
convenció ni me llegó a gustar. Sin embargo, ante los inmisericordes ataques de
Arcadio Valenzuela, un hombre que en aquellos dias era muy poderoso y, sobre
todo, algunos de mis “amigos” que también me empujaban para desterrarme pues
ellos tenían pavor a la sentencia de un dictador, si eres su amigo, eres mi
enemigo, o les cerraran las puertas del banco por ser mis amigos.
Todo esto me
provocaba un horrible depresión, pero, no de esas que inmovilizan, no, era de
esas que provocan respuestas que pueden ser causa de hechos verdaderamente
sangrientos. Si en aquellos dias yo me hubiera encontrado sorpresivamente con
Cayo, puedo asegurar que alguien hubiera terminado en terapia intensiva, y no
creo hubiera sido yo. Fue cuando decidí refugiarme en Tucson, cuando menos por
un tiempo, y pensar que podría hacer en EU. Tenía bastante dinero producto de la
venta de mis casas en Hermosillo y Guadalajara, la venta de mis acciones de
Banpacífico, mis negocios ganaderos, una jugosa gratificación que los Elias le
exigieran a Cayo me diera y, sobre todo, el ahorro de gran parte de mi ingreso
en cuatro años como director general. No tendría prisa. El que si tenía prisa
era el infame Coppel y la mostraba.
Así iniciaba mi
nueva vida en EU. Mi familia estaba en Nogales por la escuela de las niñas. Por
primera vez en mi vida estaba solo y, lo más desconcertante, no solo me
gustaba, gozaba inmensamente esa soledad que, cuando no me provocaba salir a
cualquier bar, dedicaba ese tiempo para leer, una buena adicción que ya
portaba. Pero, cada vez era más intensas mis ganas de retaliación y era cuando
me refugiaba en el alcohol. Me habia invadido una actitud de que nada ya me
importaba, nada me entusiasmaba, habia perdido el propósito profesional de mi
vida y andaba siempre alcoholizado. En esos momentos, era ya la presa ideal
para alguien sin escrúpulos y que se le tuviera confianza, alguien deshonesto,
sin valores, sin integridad, y con un hambre enfermiza de dinero que, sin tener
los elementos para cumplir ese objetivo decentemente, tienden a lograrlo robando
y traicionando. Y lo hacen siempre con premeditación.
Y, lo más triste
y dramático, después de tantos años no me habia dado cuenta de la clase de peligro
que ya me asechaba. Ni siquiera cuando me propuso enviar un anónimo a todos los
clientes y consejeros del banco acerca de las actividades fraudulentas e
ilícitas de Cayo Valenzuela y de Nacho Cadena. No me di cuenta a tiempo que era
un hombre lleno de odios, envidias, frustraciones, que solo pude conectar en la
cinta, Tombstone, cuando Doc. Halliday le dice a Wyatt Earp; “cuidado con Ringo
porque él busca venganza contra el mundo y carga una gran culpa”. “¿De qué?”
Pregunta ahora Wyatt. Le responde Halliday; “culpa y venganza por haber nacido.”
Dese que llegamos
a Tucson, yo me di cuenta Coppel habia llegado sin nada y, aun así, él ya se
habia endeudado comprando una casa que no tenía capacidad de hacer los pagos,
dos autos también financiados y su ritmo de gastos no era algo para lo cual
tuviera capacidad, de forma irresponsable participaba en las sociedades que
adquirían terrenos sin tener capacidad de hacer pagos correspondientes, pues se
compraban de esa forma. Así es que, desde el primer mes empezaron sus
solicitudes para que le prestara dinero puesto que siempre estaba en déficit.
Desgraciadamente, tardé mucho tiempo en darme cuenta de que este ladrón me
habia manipulado para traerme y le sirviera de cajero automático.
Pero, lo más increíble es que yo de alguna forma al inicio lo ayudaba pensando era el precio que debía pagar para que el manejara el negocio, pues a mí nunca me interesó hacerlo. Yo pensaba que era mi amigo, que era un hombre honesto, que él podía asegurar que nadie me estafara. Pero, aparentemente era la señal que el esperaba para iniciar su fraude. Ese sería el motivo por el cual este repugnante ser humano llamado, Luis Coppel, se aprovechara para robarme cantidades muy importantes de dinero. Y, subrayo, muy importantes, porque era un fondo para mis hijas y él lo sabía, pero le importó madre como los buenos psicópatas sin conciencia. Y eso, pinche rata Coppel, no se vale.
Después de
varios años de complicadas relaciones que ya sobrepasaban la definición de
abusivas con “el infame”, Luis Coppel, y ya teniendo que soportar la invasión
de su hermano Carlos y su concuño Julián Moreno. El nivel de peligro se elevaba
pues era bien sabido que su hermano era mucho peor que él y su concuño un bandido
robos menores, un vividor. Al sentir no había remedio, yo le propuse vender mi
parte en ciertas condiciones y, si él no podía cumplirlas, yo le compraría su
parte en las mismas condiciones, y él lo aceptaba ese trato. Yo rezaba para que
él comprara pues a mí no me interesaba. Pero, la realidad era que ellos ya
habían iniciado el proceso de traicionarme y quedarse con todo. El no pudo con
las condiciones y traté de hacer efectivo el compromiso de su parte para
vender. Ante mi sorpresa, de forma descarada se negó a cumplir el acuerdo y
procedió con su traición.
Unas de las
ultimas sabias decisiones de mi socio, no más fatídica que los cientos de miles
que me robara, seria rechazar una sociedad con Ernie Garcia, y otra con Bob
Malone, para darle entrada a su hermano y a su concuño, un par de ladrones peor
que él en el nivel de sus habilidades para traicionar. En estos momentos Ernie
Garcia es el hombre más rico del estado de Arizona con una fortuna de $17
billones, y Bob Malone un inversionista billonario y con todo el respaldo de un
grupo de exitosos fondos de inversión en el estado de Colorado. No cabe duda de
que mi exsocio tenía una gran habilidad para detectar y aprovechar las mejores
oportunidades.
Unos dias antes, solicitado por él,
yo le había prestado a la compañía, que era de ambos, $250,000 dolares que, al
entregarle los cheques, de inmediato me informaba que, a mis espaldas, él ya
había formado otra sociedad y salía corriendo con mi dinero. Es decir,
descaradamente me decía me estaba robando casi $450,000 dólares en una traición
que había preparado durante mucho tiempo y jamás le pude cobrar. Y esos
$450,000 a valores presentes deberían ser no menos de $1,500,000 de dólares.
Eso fue lo que me robó este criminal llamado Luis Coppel que finge ser un
hombre de bien. Eso sí, aparecía ante su nuevo staff de “profesionales”
blandiendo mi dinero. Ese dinero que yo le habia prestado a la compañía dias
antes y, cuando lo recibiera, esa rata no tenía ni un cinco en su bolsa.
En esos momentos se iniciaba ese
sentimiento de traición que me despojara de un dinero que yo estaba ahorrando
para el futuro de mis hijas, un sentimiento que, por más que he fingido estar
bien, me ha producido un profundo dolor durante tantos años. Y lo fingía
pensando que, si yo callaba, este bandido tal vez me pagara algo. Pero no ha
sido así, me robó y salió huyendo como lo hacen los cobardes. Pero, en estos
momento he decido que, lo que me pueda quedar de vida, voy a exhibir a este
bandido y la gente sepa quién es en realidad. Porque ahora puedo decir él es el
hombre más miserable que he conocido en mi vida. Sin duda el más deshonesto, el
más traidor, el más inmoral, ladrón, el más cobarde.
Ahora le quito ese disfraz y aparezca su verdadera naturaleza. Esa naturaleza que lo llevó a traicionar una amistad de toda la vida robando dinero que era de mis hijas
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