
“EU es un país libre,
rico y próspero porque sus habitantes son hombres morales. Pero, si algún día abandonan
esa moralidad, también los abandonará ese libertad, riqueza y su prosperidad.”
Alexis de Tocqueville
El mensaje de Tocqueville
fue escuchado y los EU con su libertad y moralidad surgieran como el milagro
del siglo 19 desplazando al Imperio Británico del lugar ocupado. Una moral que
ya no existe víctima de nuevos destructores. Esta larga nota fue motivada por mi
búsqueda de las raíces que impulsan a esos verdugos de la libertad y de las economías
libres para destruirlas. Porque, desgraciadamente, en mi transitar por los
sangrientos campos de batalla en que ellos han convertido esas economías donde
los valores originales se han archivado, he sufrido muchas agresiones, pero, cuatro
de ellas me han provocado una dolorosa herida. Ya a estas alturas de mi vida, como obligación moral, debo denunciarlos .
Las agresiones
más grandes que he sufrido en mi vida profesional han sido de parte, no de
competidores, ni de gobiernos, ni enemigos personales, sino de tres cercanos
familiares y, sobre todo, de ese sapo Coppel criminal a quien yo llegué a
considerar como uno de mis cercanos amigos. Dos de ellos, uno primo hermano, y
mi hermano, han sido más fácil de analizar e interpretar porque ambos siempre
habían exhibido conductas psicópatas bordeando en lo criminal.
Los otros dos fue
tarea, no solo difícil, fue una de esas lacerantes sorpresas que, hasta la
fecha, no he podido entender y estoy ya seguro de que jamás las entenderé.
Porque, a estos dos criminales en sus conductas jamás les habia identificado alguna
pista de su inmoralidad, todo lo contrario, ellos siempre habían fingido
conductas piadosas, un exagerado cumplimiento de sus principios religiosos (misas,
comuniones, rosarios, su falsa afirmación de fidelidad matrimonial, ofreciendo
consejos a descarriados para una vida de pureza) Siendo que los verdaderos
descarriados son ellos y grandes representantes de la hipocresía.
Todos portadores
de la mejor educación profesional, miembros de familias que supuestamente
deberían garantizar una buena formación ética. Los dos primeros, creo que, si se
pudiera considerar válido, puedo afirmar que tal vez lo que les provocaría esas
horribles conductas es algo que sé con seguridad. Ambos han sido portadores de
graves enfermedades mentales. Condiciones que los hicieran especialmente
peligrosos con sus explosiones para ejecutar acciones que provocaran la destrucción
de quienes las sufrían. Y ambos portadores de algo increíble, totalmente inconscientes
de su enfermedad y, sobre todo, de los daños irreparables que causaran.
De mi primo
Arcadio Valenzuela, por respeto no me voy a extender puesto que ya ha
fallecido. Solo diré que habiendo sido un empresario exitoso, banquero, líder
empresarial y, por supuesto, muy religioso y miembro del Opus Dei, cuando
renuncié, nunca me despidió, a la dirección general de nuestro banco, le
provocó un odio hacia mí y por todos los medios a disposición de un hombre tan
poderoso como él, trató de destruirme durante casi diez años, lo que nunca pude entender. De mi
hermano tampoco me voy a explayar, solo puedo decir fue una maldición para mí
el haberlo tenido como hermano, un verdadero psicópata, aunque no tuvo la
desvergüenza de actuar como virtuoso.
Con el tercero,
otro primo llamado Carlos Acedo Valenzuela, un general del opus dei y comunión
diaria, puedo decir ha sido la peor experiencia de mi vida. Totalmente sin
bases, después de un negocio frustrado, por su incumplimiento, me exigió el
pago de una cantidad inmerecida. Fue tan ridícula su exigencia que, al llevarme
a un juicio, se lo gané ante un juez que nunca entendió que el caso se hubiera
presentado. Pero durante dos años me hostigaría, demandaría a mi exesposa
siendo que teníamos años divorciados. Junto con su hermano, Hector Acedo Valenzuela, abogado, preparaban
pruebas falsas, testigos falsos. Su abogado en dos ocasiones me amenazara, también
utilizaría a uno de sus amigos que se aparecía en mi casa con mensajes amenazadores.
El hombre más
fuera de la realidad, inmoral, que hubiera conocido. Lleno de una hipocresía
que provocaba vomitar, me atacaba con un cinismo difícil de conectar con aquel
hombre 12 años mayor que yo, quien, en un punto de mi niñez, lo consideraba mi
héroe y mi padre, hermano de su madre, me lo señalaba como un ejemplo a seguir.
Era tan Fellinesca tan situación que otro de nuestros primos, riendo me decía.
“Que te extraña, para ese falso persignado el único pecado en su menú es la
fornicación.” Fue tal el impacto que me causaría, que se convertiría en la
causa de mi abandono de la iglesia.
Y, finalmente, mi
socio y amigo de toda la vida Luis Coppel. Desde que iniciamos la sociedad, me di cuenta él había llegado sin nada
y, aun así, se había endeudado con una casa, dos autos financiados y su ritmo
de gastos no era algo para lo cual nunca tuviera capacidad. Así es que, desde
el primer mes empezaron sus solicitudes para que le prestara dinero puesto que
siempre estaba en déficit. Desgraciadamente, tardé mucho tiempo en darme cuenta
de que este ladrón me había manipulado para traerme y le sirviera de cajero
automático.
En esa época, ese ladrón, ya me debía en lo personal $180,000 dólares prestados
para que saliera de sus ya graves problemas financieros personales. Su deshonestidad
llegaba a que los cheques sin fondos que emitiera su mujer, a mis espaldas
hablaba con la gerente del banco, y le pedía que me los cargaran a mi cuenta.
En la oficina del Banco en Nogales, llevaba documentos que él fabricaba para
que se los descontaran, y cuando los documentos se vencían, le pedía al gerente
lo mismo, que los cargaran a mi cuenta. Eso solamente lo hacen, no hombres en
apuros que necesitan llevar comida a su casa. Lo hacen hombres sin honor, sin
dignidad, ladrones sin integridad.
Un buen día, solicitado por él, yo le había prestado a la nuestra compañía
$250,000 dólares. Pero, días después me informaba que, a mis espaldas, él ya
había formado otra sociedad y salía corriendo con mi dinero y yo sin documentos.
Es decir, con cinismo me decía me estaba robando $450,000 dólares en una
traición que había preparado durante mucho tiempo. Y esos $450,000, que eran de
mis hijas, a valores presentes se cotizarían en $1,500,000 de dólares. Eso fue
lo que me robó este criminal llamado Luis Coppel que finge ser un hombre de moral.
Sufriendo esas tres experiencias, me daba cuenta de que ellos son la representación
de la inmoralidad que ahora rige los mercados. Así, la afirmación del gran
Mises: “El mercado no puede evitar lleguen a él hombres de corazón corrupto,
pero si el mercado es moral, siempre se encarga de expulsarlos.” Era la amarga lección
que me afirmaría que ya no hay mercados morales y esos ladrones siguen operando.